jueves, 27 de mayo de 2010

LACTANCIA MATERNA

La leche materna es el mejor alimento para el recién nacido y el niño en su primer año de vida. La OMS recomienda mantener la alimentación a pecho exclusiva hasta los 6 meses del niño y luego, con adecuada alimentación complementaria, hasta los 2 años.

La leche de pecho es un inmunomodulador, protector y previene muchas enfermedades virales, bacterianas y parasitarias. En las últimas investigaciones, se encontraron factores preventivos de enfermedades de aparición tardía en infancia y adolescencia (diabetes tipo I, linfomas, etc).

No hay que olvidar que favorece el desarrollo emocional, psicomotor y social del niño; además que ayuda a la salud, bienestar, practicidad y economía de la madre.

"Mamá, la lactancia materna y la estimulación que le das en el primer año de vida son fundamentales para un desarrollo físico y emocional adecuado".

Les dejamos tres links sobre la campaña de nutrición de Lactancia materna de nutrired. Para mayor información pueden ingresar a: http://www.nutrired.org/








miércoles, 26 de mayo de 2010

LA REVOLUCIÓN DE MAYO, POR MANUEL BELGRANO

Preludio de la Revolución
¡Tales son en todo los cálculos de los hombres! Pasa un año, y he ahí que sin que nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, avívanse entonces las ideas de libertad e independencia en América y los americanos empiezan por primera vez a hablar con franqueza de sus derechos. En Buenos Aires se hacía la jura de Fernando VII, y los mismos europeos aspiraban a sacudir el yugo de España por no ser napoleonistas.
¿Quién creería que don Martín de Alzaga, después autor de una conjuración, fuera uno de los primeros corifeos?
Llegó en aquella sazón el desnaturalizado Goyeneche: despertó a Liniers, despertaron los españoles y todos los jefes de las provincias: se adormecieron los jefes americanos, y nuevas cadenas intentaron echarnos, y aun cuando éstas no tenían todo el rigor del antiguo despotismo, contenían y contuvieron los impulsos de muchos corazones que, desprendidos de todo interés, ardían por la libertad e independencia de la América, y no querían perder una ocasión que se les venía a las manos, cuando ni una vislumbre habían visto que se las anunciase.
Entonces fue, que no viendo yo un asomo de que se pensara en constituirnos, y sí a los americanos prestando una obediencia injusta a unos hombres que por ningún derecho debían mandarlos, traté de buscar los auspicios de la infanta Carlota, y de formar un partido a su favor, oponiéndome a los tiros de los déspotas que celaban con el mayor anhelo para no perder sus mandos; y lo que es más, para conservar la América dependiente de la España, aunque Napoleón la dominara pues a ellos les interesaba poco o nada ya sea Borbón, Napoleón u otro cualquiera, si la América era colonia de la España.
Solicité, pues, la venida de la infanta Carlota, y siguió mi correspondencia desde 1808 hasta 1809, sin que pudiese recabar cosa alguna: entretanto mis pasos se celaron y arrostré el peligro yendo a presentarme en persona al virrey Liniers y hablarle con toda la franqueza que el convencimiento de la justicia que me asistía me daba, y la conferencia vino a proporcionarme el inducirlo a que llevase a ejecución la idea que ya tenía de franquear el comercio a los ingleses en la costa del río de la Plata, así para debilitar a Montevideo, como para proporcionar fondos para el sostén de las tropas, y atraer a las provincias del Perú por las ventajas que debía proporcionarles el tráfico.
Desgraciadamente cuando llegaba a sus manos una memoria que yo le remitía para tan importante objeto, con que yo veía se iba a dar el primer golpe a la autoridad española, arribó un ayudante del virrey nombrado, Cisneros, que había desembarcado en Montevideo, y todo aquel plan varió. Entonces aspiré a inspirar la idea a Liniers de que no debía entregar el mando por no ser autoridad legítima la que lo despojaba. Los ánimos de los militares estaban adheridos a esta opinión: mi objeto era que se diese un paso de inobediencia al ilegitimo gobierno de España, que en medio de su decadencia quería dominarnos; conocí que Liniers no tenía espíritu ni reconocimiento a los americanos que lo habían elevado y sostenido, y que ahora lo querían de mandón, sin embargo de que había muchas pruebas de que abrigaba, o por opinión o por el prurito de todo europeo, mantenernos en el abatimiento y esclavitud. Cerrada esta puerta, aún no desesperé de la empresa de no admitir a Cisneros, y, sin embargo de que la diferencia de opiniones y otros incidentes, me habían desviado del primer comandante de patricios, don Cornelio Saavedra; resuelto a cualquier acontecimiento, bien que no temiendo de que me vendiese, tomé el partido de ir a entregarle dos cartas que tenía para él de la infanta Carlota: las puse en sus manos y le hablé con toda ingenuidad: le hice ver que no podía presentársenos época más favorable para adoptar el partido de nuestra redención, y sacudir el injusto yugo que gravitaba sobre nosotros.
La contestación, fue que lo pensaría y que le esperase por la noche siguiente a oraciones en mi casa: concebí ideas favorables a mi proyecto, por las disposiciones que observé en él: los momentos se hacían para mí siglos; llegó la hora y apareció en mi casa don Juan Martín de Pueyrredón y me significó que iba a celebrarse una junta de comandantes en la casa de éste, a las once de la noche, a la que yo precisamente debía concurrir; que era preciso no contar sólo con la fuerza, sino con los pueblos y que allí se arbitrarían los medios. Cuando oí hablar así y tratar de contar con los pueblos, mi corazón se ensanchó y risueñas ideas de un proyecto favorable vinieron a mi imaginación: quedé sumamente contento, sin embargo de que conocía la debilidad de los que iban a componer la junta, la divergencia de intereses que había entre ellos, y particularmente la viveza de uno de los Comandantes europeos que debían asistir, sus comunicaciones con los mandones, y la gran influencia que tenía en el corazón de Saavedra, y en los otros por el temor.
A la hora prescrita vino el nominado Saavedra con el comandante don Martín Rodríguez a buscarme para ir a la Junta: híceles mil reflexiones acerca de mi asistencia, pero insistieron y, fui en su compañía; allí se me dió un asiento, y abierta la sesión por Saavedra, manifestando el estado de la España, nuestra situación, y que debía empezarse por no recibir a Cisneros, con un discurso bastante metódico y conveniente: salió a la palestra uno de los comandantes europeos con infinitas ideas, a que siguió otro con un papel que había trabajado, reducido a disuadir del pensamiento y contraído a decir agravios contra la audiencia por lo que les había ofendido con sus informes ante la Junta Central.
Los demás comandantes exigieron mi parecer; traté la materia con la justicia que ella de suyo tenía, y nada se ocultaba a los asistentes, que después entrados en conferencia, sólo trataban de su interés particular, y si alguna vez se decidían a emprender, era por temor de que se sabría aquel congreso y los castigaran; mas asegurándose mutuamente el silencio volvían a su indecisión y no buscaban otros medios ni arbitrios para conservar sus empleos.
¡Cuán desgraciada vi entonces esta situación! ¡Qué diferentes conceptos formé de mis paisanos! No es posible, dije, que estos hombres trabajen por la libertad del país; y no hallando que quisieran reflexionar por un instante sobre el verdadero interés general, me separé de allí, desesperado de encontrar remedio, esperando ser una de las víctimas por mi deseo de que formásemos una de las naciones del mundo.
Pero la providencia que mira las buenas intenciones y las protege por medios que no están al alcance de los hombres, por triviales y ridículos que parezcan, parece que borró de todos hasta la idea de que yo hubiese sido uno de los concurrentes a la tal junta, y ningún perjuicio se me siguió: al contrario, a don Juan Martín de Pueyrredón lo buscaron, lo prendieron y fue preciso valerse de todo artificio para salvarlo. En la noche de su prisión ya muchos se lisonjeaban de que se alzaría la voz patria: yo que había conocido a todos los comandantes y su debilidad, creí que le dejarían abandonado a la espada de los tiranos, como la hubiera sufrido, si manos intermedias no trabajasen por su libertad: le visité en el lugar en que se había ocultado y le proporcioné un bergantín para su viaje al Janeiro, que sin cargamento ni papeles del gobierno de Buenos Aires salió, y se le entregó la correspondencia de la infanta Carlota, comisionándole para que hiciera presente nuestro estado y situación y cuanto convenía se trasladase a Buenos Aires.
Acaso miras políticas influyeron a que la infanta no lo atendiera, ni hiciera aprecio de él, esto y observar que no había un camino de llevar mis ideas adelante, al mismo tiempo, que la consideración de los pueblos y lo expuesto que estaba en Buenos Aires después de la llegada de Cisneros, a quien se recibió con tanta bajeza por mis paisanos, y luego intentaron quitar, contando siempre conmigo, me obligó a salir de allí y pasar a la banda septentrional para ocuparme en mis trabajos literarios y hallar consuelo a la aflicción que padecía mí espíritu con la esclavitud en que estábamos, y no menos para quitarme de delante para que, olvidándome, no descargase un golpe sobre mí.
Las cosas de España empeoraban y mis amigos buscaban de entrar en relación de amistad con Cisneros: éste se había explicado de algún modo, y, a no temer la horrenda canalla de oidores que lo rodeaba, seguramente hubiera entrado por sí en nuestros intereses, pues su prurito era tener con qué conservarse. Anheló éste a que se publicase un periódico en Buenos Aires, y era tanta su ansia, que hasta quiso que se publicase el prospecto de un periódico que había salido a la luz en Sevilla, quitándole sólo el nombre y poniéndole el de Buenos Aires.
Sucedía esto a mi regreso de la banda septentrional, y tuvimos este medio ya de reunirnos los amigos sin temor, habiéndole hecho éstos entender a Cisneros que si teníamos alguna junta en mi casa, sería para tratar de los asuntos concernientes al periódico; nos dispensó toda protección e hice el prospecto del Diario de Comercio que se publicaba en 1810, antes de nuestra revolución; en él salieron mis papeles, que no era otra cosa más que una acusación contra el gobierno español; pero todo pasaba, y así creíamos ir abriendo los ojos a nuestros paisanos: tanto fue, que salió uno de mis papeles, titulado Origen de la grandeza y decadencia de los imperios, en las vísperas de nuestra revolución, que así contentó a los de nuestro partido como a Cisneros, y cada uno aplicaba el ascua a su sardina, pues todo se atribuía a la unión y desunión de los pueblos.


Mayo de 1810
Estas eran mis ocupaciones y el desempeño de las obligaciones de mi empleo, cuando habiendo salido por algunos días al campo, en el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos a Buenos Aires, diciéndome que era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada; volé a presentarme y hacer cuanto estuviera a mis alcances: había llegado la noticia de la entrada de los franceses en Andalucía y la disolución de la Junta Central; éste era el caso que se había ofrecido a cooperar a nuestras miras el comandante Saavedra.
Muchas y vivas fueron entonces nuestras diligencias para reunir los ánimos y proceder a quitar a las autoridades, que no sólo habían caducado con los sucesos de Bayona, sino que ahora caducaban, puesto que aun nuestro reconocimiento a la Junta Central cesaba con su disolución, reconocimiento el más inicuo y que había empezado con la venida del malvado Goyeneche, enviado por la indecente y ridícula Junta de Sevilla. No es mucho, pues, no hubiese un español que no creyese ser señor de América, y los americanos los miraban entonces con poco menos estupor que los indios en los principios de sus horrorosas carnicerías, tituladas conquistas.
Se vencieron al fin todas las dificultades, que más presentaba el estado de mis paisanos que otra cosa, y aunque no siguió la cosa por el rumbo que me había propuesto, apareció una junta, de la que yo era vocal, sin saber cómo ni por dónde, en que no tuve poco sentimiento. Era preciso corresponder a la confianza del pueblo, y todo me contraje al desempeño de esta obligación, asegurando, como aseguro, a la faz del universo, que todas mis ideas cambiaron, y ni una sola concedía a un objeto particular, por más que me interesase: el bien público estaba a todos instantes a mi vista.
No puedo pasar en silencio las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con que se manejo nuestra revolución, en que es preciso, hablando verdad, hacer justicia a don Cornelio Saavedra. El congreso celebrado en nuestro estado para discernir nuestra situación, y tomar un partido en aquellas circunstancias, debe servir eternamente de modelo a cuantos se celebren en todo el mundo. Allí presidió el orden; una porción de hombres estaban preparados para a la señal de un pañuelo blanco, atacar a los que quisieran violentarnos; otros muchos vinieron a ofrecérseme, acaso de los más acérrimos contrarios, después, por intereses particulares; pero nada fue preciso, porque todo caminó con la mayor circunspección y decoro. ¡Ah, y qué buenos augurios! Casi se hace increíble nuestro estado actual. Mas si se recuerda el deplorable estado de nuestra educación, veo que todo es una consecuencia precisa de ella, y sólo me consuela el convencimiento en que estoy, de que siendo nuestra revolución obra de Dios, él es quien la ha de llevar hasta su fin, manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos convertir a S. D. M. y de ningún modo a hombre alguno.
Seguía pues, en la junta provisoria, y lleno de complacencia al ver y observar la unión que había entre todos los que la componíamos, la constancia en el desempeño de nuestras obligaciones, y el respeto y consideración que se merecía del pueblo de Buenos Aires y de los extranjeros residentes allí: todas las diferencias de opiniones se concluían amistosamente y quedaba sepultada cualquiera discordia entre todos.
Así estábamos, cuando la ineptitud del general de la expedición del Perú obligó a pasar de la Junta al doctor Castelli para que viniera de representante de ella, a fin de poner remedio al absurdo que habíamos cometido de conferir el mando a aquél, llevados del informe de Saavedra y de que era el comandante del cuerpo de arribeños y es preciso confesar que creíamos que con sólo este título, no habría arribeño que no le siguiese y estuviese con nuestros intereses. Debo decir, aquí, que soy delincuente ante toda la Nación de haber dado mi voto, o prestándome sin tomar el más mínimo conocimiento del sujeto, por que fuera jefe. ¡Qué horrorosas consecuencias trajo esta precipitada elección!
¡En qué profunda ignorancia vivía yo del estado cruel de las provincias interiores!
¡Qué velo cubría mis ojos! El deseo de la libertad e independencia de mi patria, que ya me había hecho cometer otros defectos como dejo escritos, también me hacía pasar por todo, casi sin contar con los medios.
A la salida del doctor Castelli, coincidió la mía, que referiré a continuación hablando de la expedición al Paraguay, expedición que sólo pudo caber en unas cabezas acaloradas que sólo veían su objeto y a quienes nada era difícil, porque no reflexionaban ni tenían conocimientos.

Fuente: Manuel Belgrano, Autobiografias

VI REUNIÓN SOBRE DESARROLLO URBANO

Los invitamos a participar de la VI reunión sobre Desarrollo Urbano, a realizarse el día martes 01 de junio de 2010, a las 20:00 hs. en la sala de reuniones de la institución.

Los temas a desarrollar en esta oportunidad serán:
-¿qué ciudad queremos?
-Prioridades para distintos sectores de la ciudad de Santa Fe

Ante consultas dirigirse a: forosantafesino@gmail.com

IV ENCUENTRO INGRESO CIUDADANO

Los invitamos a participar del IV encuentro sobre Ingreso Ciudadano, a realizarse el día lunes 31 de mayo de 2010, a las 19:00 hs. en la sala de reuniones de la institución.

El tema a desarrollar en esta oportunidad será: Implementación de políticas sociales en la ciudad de Santa Fe.

Ante consultas dirigirse a: forosantafesino@gmail.com

jueves, 20 de mayo de 2010

CASO GENERAL VILLEGAS: UNA VOZ CLARA ANTE TANTA CONFUSIÓN

Gacetilla de Prensa del Consejo Nacional de las Mujeres
18 de Mayo de 2010

Ante el debate público que se ha dado en torno al caso de la niña abusada en General Villegas, el Consejo Nacional de las Mujeres considera importante expresar su más enérgico repudio hacia las expresiones que ponen en duda si hubo consentimiento por parte de la niña, al tratamiento mediático que se ha dado al caso y a las manifestaciones a favor de los acusados.
Respecto del primer punto, huelga aclarar que en tanto se trata de una niña, el consentimiento prestado para tener relaciones sexuales no resulta válido a efectos legales, presumiéndose violencia o abuso por parte del que fuere mayor de edad.
Además del delito configurado, en el marco de la ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar, Y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los Ámbitos donde Desarrollen sus Relaciones Interpersonales, se ha incurrido en violencia mediática y psicológica, en tanto los hechos a los que fue y es sometida la niña, y la exposición pública del caso que han hecho los medios de comunicación, causan un daño emocional y una disminución de la autoestima que perjudica el pleno desarrollo emocional de la niña.
Por otra parte, las marchas y manifestaciones a favor de los acusados a las que ha asistido parte del pueblo de Villegas constituyen, en términos de la mencionada ley, violencia simbólica para con la niña y para con las mujeres en general. Estas manifestaciones públicas dan cuenta de la persistencia de la dominación masculina en nuestra sociedad, en la que se pone a una niña en el lugar de “pecadora” y de “inmoral” y con esto se justifica el abuso y se naturaliza la violencia.

Disponible en el sitio del Consejo. Más información: http://www.cnm.gov.ar/

lunes, 17 de mayo de 2010

V REUNIÓN DE AUTONOMÍA MUNICIPAL

El Martes 18 de Mayo a las 19:30 hs. los invitamos a participar de la V reunión sobre Autonomía Municipal en la sede de la institución (sala de reuniones).

Los esperamos.

consultas: forosantafesino@gmail.com

jueves, 13 de mayo de 2010

III REUNIÓN SOBRE TRANSPORTE

Los invitamos a participar de la III reunión de Transporte el día lunes 17 de mayo, a las 18:30 hs en la sede de la institución (sala de reuniones).

En la misma se desarrollará el tema: Transporte integrado metropolitano de la ciudad de Posadas.

Esperamos su participación y ante consultas dirigirse a: forosantafesino@gmail.com

miércoles, 12 de mayo de 2010

REDISEÑO ES CONFIANZA MUTUA

El mundo está cambiando.
Las ciudades están cambiando.
Los ciudadanos están cambiando.
Demasiados líderes políticos municipales están parados.
Rediseñar es cambiar.
Es estar al lado del cambio.
En este huracán los ciudadanos tienen miedo.
Las ciudades andan despistadas.
Y la inseguridad es la atmósfera.
Rediseño es confianza.
¿Confiar en qué, en quiénes?
Confiar en una apuesta: en una marca.
Una marca que crea ciudad de valor espléndida,
impulsada por un equipo público,
con el consenso entusiasta de los ciudadanos
y sus organizaciones plurales.
La marca es la propia ciudad,
el estilo con el que queremos vivir y convivir.
Una marca pública es una apuesta
por avanzar en humanidad esperanzada.
Una marca es ciudad con futuro compartido.
Valorado por todos.
Envidiado por otras.
Con las que queremos construir un mundo mejor.
Rediseño es un estilo de vida para los tiempos de cambio.
Rediseño es política.
Rediseño es más vida en la vida.
Rediseño es ciudadanía que asume
el liderazgo activo de su vida personal y común.
De su ciudad única.
Rediseño es hoy: navegamos.
Navegamos en un mundo ya plenamente urbano.
Navegamos para contaminar menos,
para darle la vuelta al consumo energético galopante,
para atajar la creciente vulnerabilidad,
para mejorar las infraestructuras y el transporte,
la salud y la convivencia,
la cohesión social frente a la exclusión y las desigualdades,
para mejorar educación, economía y cultura.
Para incrementar democracia.
En el mundo global en mutación
las ciudades se repiensan y se movilizan.
Y avanzan seguras con los ciudadanos,
rediseñando otra manera más sostenible de vivir
en una ciudad plenamente humana.(Toni Puig, Marca Ciudad, Cómo rediseñarla para asegurar un futuro espléndido para todos, pp. 15-16)


Marca Ciudad, Cómo rediseñarla para asegurar un futuro espléndido para todos, de Toni Puig, es uno de los libros que puede consultar en la Sala de Lectura del Foro santafesino, en el horario de 9:00 a 11:30 hs.

martes, 11 de mayo de 2010

LA LIBERTAD DE PRENSA



Prólogo a Rebelión en la granja de George Orwell.

Este libro fue pensado hace bastante tiempo. Su idea central data de 1937, pero su redacción no quedó terminada hasta finales de 1943. En la época en que se escribió, era obvio que encontraría grandes dificultades para editarse (a pesar de que la escasez de libros existentes garantizaba que cualquier volumen impreso se vendería) y, efectivamente, el libro fue rechazado por cuatro editores. Tan sólo uno de ellos lo hizo por motivos ideológicos; otros dos habían publicado libros antirrusos durante años y el cuarto carecía de ideas políticas definidas. Uno de ellos estaba decidido a lanzarlo pero, después de un primer momento de acuerdo, prefirió consultar con el Ministerio de Información que, al parecer, le había avisado y hasta advertido severamente sobre su publicación. He aquí un extracto de una carta del editor, en relación con la consulta hecha:

«Me refiero a la reacción que he observado en un importante funcionario del Ministerio de Información con respecto a Rebelión en la granja. Tengo que confesar que su opinión me ha dado mucho que pensar... Ahora me doy cuenta de cuán peligroso puede ser el publicarlo en estos momentos porque, si la fábula estuviera dedicada a todos los dictadores y a todas las dictaduras en general, su publicación no estaría mal vista, pero la trama sigue tan fielmente el curso histórico de la Rusia de los Soviets y de sus dos dictadores que sólo puede aplicarse a aquel país, con exclusión de cualquier otro régimen dictatorial. Y otra cosa: sería menos ofensiva si la casta dominante que aparece en la fábula no fuera la de los cerdos.* Creo que la elección de estos animales puede ser ofensiva y de modo especial para quienes sean un poco susceptibles, como es el caso de los rusos. »

* No está claro quién ha sugerido esta modificación, si es idea propia del Sr. X... o si proviene del propio Ministerio. Pero parece tener marchamo oficial. (Nota de G. Orwell.)

Asuntos de esta clase son siempre un mal síntoma. Como es obvio, nada es menos deseable que un departamento ministerial tenga facultades para censurar libros (excepción hecha de aquellos que afecten a la seguridad nacional, cosa que, en tiempo de guerra, no puede merecer objeción alguna) que no estén patrocinados oficialmente. Pero el mayor peligro para la libertad de expresión y de pensamiento no proviene de la intromisión directa del Ministerio de Información o de cualquier organismo oficial. Si los editores y los directores de los periódicos se esfuerzan en eludir ciertos temas no es por miedo a una denuncia: es porque le temen a la opinión pública. En este país, la cobardía intelectual es el peor enemigo al que han de hacer frente periodistas y escritores en general. Es éste un hecho grave que, en mi opinión, no ha sido discutido con la amplitud que merece.

Cualquier persona cabal y con experiencia periodística tendrá que admitir que, durante esta guerra, la censura oficial no ha sido particularmente enojosa. No hemos estado sometidos a ningún tipo de «orientación» o «coordinación» de carácter totalitario, cosa que hasta hubiera sido razonable admitir, dadas las circunstancias. Tal vez la prensa tenga algunos motivos de queja justificados pero, en conjunto, la actuación del gobierno ha sido correcta y de una clara tolerancia para las opiniones minoritarias. El hecho más lamentable en relación con la censura literaria en nuestro país ha sido principalmente de carácter voluntario. Las ideas impopulares, según se ha visto, pueden ser silenciadas y los hechos desagradables ocultarse sin necesidad de ninguna prohibición oficial. Cualquiera que haya vivido largo tiempo en un país extranjero podrá contar casos de noticias sensacionalistas que ocupaban titulares y acaparaban espacios incluso excesivos para sus méritos. Pues bien, estas mismas noticias son eludidas por la prensa británica, no porque el gobierno las prohíba, sino porque existe un acuerdo general y tácito sobre ciertos hechos que «no deben» mencionarse. Esto es fácil de entender mientras la prensa británica siga tal como está: muy centralizada y propiedad, en su mayor parte, de unos pocos hombres adinerados que tienen muchos motivos para no ser demasiado honestos al tratar ciertos temas importantes. Pero esta misma clase de censura velada actúa también sobre los libros y las publicaciones en general, así como sobre el cine, el teatro y la radio. Su origen está claro: en un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas bienpensantes y aceptadas sin discusión alguna. No es que se prohíba concretamente decir «esto» o «aquello», es que «no está bien» decir ciertas cosas, del mismo modo que en la época victoriana no se aludía a los pantalones en presencia de una señorita. Y cualquiera que ose desafiar aquella ortodoxia se encontrará silenciado con sorprendente eficacia. De ahí que casi nunca se haga caso a una opinión realmente independiente ni en la prensa popular ni en las publicaciones minoritarias e intelectuales.

En este instante, la ortodoxia dominante exige una admiración hacia Rusia sin asomo de crítica. Todo el mundo está al cabo de la calle de este hecho y, por consiguiente, todo el mundo actúa en consonancia. Cualquier crítica seria al régimen soviético, cualquier revelación de hechos que el gobierno ruso prefiera mantener ocultos, no saldrá a la luz. Y lo peor es que esta conspiración nacional para adular a nuestro aliado se produce a pesar de unos probados antecedentes de tolerancia intelectual muy arraigados entre nosotros. Y así vemos, paradójicamente, que no se permite criticar al gobierno soviético, mientras se es libre de hacerlo con el nuestro. Será raro que alguien pueda publicar un ataque contra Stalin, pero es muy socorrido atacar a Churchill desde cualquier clase de libro o periódico. Y en cinco años de guerra -durante dos o tres de los cuales luchamos por nuestra propia supervivencia- se escribieron incontables libros, artículos y panfletos que abogaban, sin cortapisa alguna, por llegar a una paz de compromiso, y todos ellos aparecieron sin provocar ningún tipo de crítica o censura. Mientras no se tratase de comprometer el prestigio de la Unión Soviética, el principio de libertad de expresión ha podido mantenerse vigorosamente. Es cierto que existen otros temas proscritos, pero la actitud hacia la URSS es el síntoma más significativo. Y tiene unas características completamente espontáneas, libres de la influencia de cualquier grupo de presión.

El servilismo con el que la mayor parte de la intelligentia británica se ha tragado y repetido los tópicos de la propaganda rusa desde 1941 sería sorprendente, si no fuera porque el hecho no es nuevo y ha ocurrido ya en otras ocasiones. Publicación tras publicación, sin controversia alguna, se han ido aceptando y divulgando los puntos de vista soviéticos con un desprecio absoluto hacia la verdad histórica y hacia la seriedad intelectual. Por citar sólo un ejemplo: la BBC celebró el XXV aniversario de la creación del Ejército Rojo sin citar para nada a Trotsky, lo cual fue algo así como conmemorar la batalla de Trafalgar sin hablar de Nelson. Y, sin embargo, el hecho no provocó la más mínima protesta por parte de nuestros intelectuales. En las luchas de la Resistencia de los países ocupados por los alemanes, la prensa inglesa tomó siempre partido al lado de los grupos apoyados por Rusia, en tanto que las otras facciones eran silenciadas (a veces con omisión de hechos probados) con vistas a justificar esta postura. Un caso particularmente demostrativo fue el del coronel Mijáilovich, líder de los chetniks yugoslavos. Los rusos tenían su propio protegido en la persona del mariscal Tito y acusaron a Mijáilovich de colaboración con los alemanes. Esta acusación fue inmediatamente repetida por la prensa británica. A los partidarios de Mijáilovich no se les dio oportunidad alguna para responder a estas acusaciones e incluso fueron silenciados hechos que las rebatían, impidiendo su publicación. En julio de 1943 los alemanes ofrecieron una recompensa de 100.000 coronas de oro por la captura de Tito y otra igual por la de Mijáilovich. La prensa inglesa resaltó mucho lo ofrecido por Tito, mientras sólo un periódico (y en letra menuda) citaba la ofrecida por Mijáilovich. Y, entre tanto, las acusaciones por colaboracionismo eran incesantes... Hechos muy similares ocurrieron en España durante la Guerra Civil. También entonces los grupos republicanos a quienes los rusos habían decidido eliminar fueron acusados entre la indiferencia de nuestra prensa de izquierdas; y cualquier escrito en su defensa, aunque fuera una simple carta al director, vio rechazada su publicación. En aquellos momentos no sólo se consideraba reprobable cualquier tipo de crítica hacia la URSS, sino que incluso se mantenía secreta. Por ejemplo: Trotsky había escrito poco antes de morir una biografía de Stalin. Es de suponer que, si bien no era una obra totalmente imparcial, debía ser publicable y, en consecuencia, vendible. Un editor americano se había hecho cargo de su publicación y el libro estaba ya en prensa. Creo que habían sido ya corregidas las pruebas, cuando la URSS entró en la guerra mundial. El libro fue inmediatamente retirado. Del asunto no se dijo ni una sola palabra en la prensa británica, aunque la misma existencia del libro y su supresión eran hechos dignos de ser noticia.

Creo que es importante distinguir entre el tipo de censura que se imponen voluntariamente los intelectuales ingleses y la que proviene de los grupos de presión. Como es obvio, existen ciertos temas que no deben ponerse en tela de juicio a causa de los intereses creados que los rodean. Un caso bien conocido es el tocante a los médicos sin escrúpulos. También la Iglesia Católica tiene considerable influencia en la prensa, una influencia capaz de silenciar muchas críticas. Un escándalo en el que se vea mezclado un sacerdote católico es algo a lo que nunca se dará publicidad, mientras que si el mismo caso ocurre con uno anglicano, es muy probable que se publique en primera página, como ocurrió con el caso del rector de Stiffkey. Asimismo, es muy raro que un espectáculo de tendencia anticatólica aparezca en nuestros escenarios o en nuestras pantallas. Cualquier actor puede atestiguar que una obra de teatro o una película que se burle de la Iglesia Católica se exponen a ser boicoteados desde los periódicos y condenados al fracaso. Pero esta clase de hechos son comprensibles y además inofensivos. Toda gran organización cuida de sus intereses lo mejor que puede y, si ello se hace a través de una propaganda descubierta, nada hay que objetar. Uno no debe esperar que el Daily Worker publique algo desfavorable para la URSS, ni que el Catholic Herald hable mal del Papa. Esto no puede extrañar a nadie, pero lo que sí es inquietante es que, dondequiera que influya la URSS con sus especiales maneras de actuar, sea imposible esperar cualquier forma de crítica inteligente ni honesta por parte de escritores de signo liberal inmunes a todo tipo de presión directa que pudiera hacerles falsear sus opiniones. Stalin es sacrosanto y muchos aspectos de su política están por encima de toda discusión. Es una norma que ha sido mantenida casi universalmente desde 1941 pero que estaba orquestada hasta tal punto, que su origen parecía remontarse a diez años antes. En todo aquel tiempo las críticas hacia el régimen soviético ejercidas desde la izquierda tenían muy escasa audiencia. Había, sí, una gran cantidad de literatura antisoviética, pero casi toda procedía de zonas conservadoras y era claramente tendenciosa, fuera de lugar e inspirada por sórdidos motivos. Por el lado contrario hubo una producción igualmente abundante, y casi igualmente tendenciosa, en sentido pro ruso, que comportaba un boicot a todo el que tratara de discutir en profundidad cualquier cuestión importante.

Desde luego que era posible publicar libros antirrusos, pero hacerlo equivalía a condenarse a ser ignorado por la mayoría de los periódicos importantes. Tanto pública como privadamente se vivía consciente de que aquello «no debía» hacerse y, aunque se arguyera que lo que se decía era cierto, la respuesta era tildarlo de «inoportuno» y «al servicio de» intereses reaccionarios. Esta actitud fue mantenida apoyándose en la situación internacional y en la urgente necesidad de sostener la alianza anglorrusa; pero estaba claro que se trataba de una pura racionalización. La gran mayoría de los intelectuales británicos había estimulado una lealtad de tipo nacionalista hacia la Unión Soviética y, llevados por su devoción hacia ella, sentían que sembrar la duda sobre la sabiduría de Stalin era casi una blasfemia. Acontecimientos similares ocurridos en Rusia y en otros países se juzgaban según distintos criterios. Las interminables ejecuciones llevadas a cabo durante las purgas de 1936 a 1938 eran aprobadas por hombres que se habían pasado su vida oponiéndose a la pena capital, del mismo modo que, si bien no había reparo alguno en hablar del hambre en la India, se silenciaba la que padecía Ucrania. Y si todo esto era evidente antes de la guerra, esta atmósfera intelectual no es, ahora, ciertamente mejor.

Volviendo a mi libro, estoy seguro de que la reacción que provocará en la mayoría de los intelectuales ingleses será muy simple: «No debió ser publicado». Naturalmente, estos críticos, muy expertos en el arte de difamar, no lo atacarán en -el terreno político, sino en el intelectual. Dirán que es un libro estúpido y tonto y que su edición no ha sido más que un despilfarro de papel. Y yo digo que esto puede ser verdad, pero no «toda la verdad» del asunto. No se puede afirmar que un libro no debe ser editado tan sólo porque sea malo. Después de todo, cada día se imprimen cientos de páginas de basura y nadie le da importancia. La intelligentsia británica, al menos en su mayor parte, criticará este libro porque en él se calumnia a su líder y con ello se perjudica la causa del progreso. Si se tratara del caso inverso, nada tendrían que decir aunque sus defectos literarios fueran diez veces más patentes. Por ejemplo, el éxito de las ediciones del Left Book Club durante cinco años demuestra cuán tolerante se puede llegar a ser en cuanto a la chabacanería y a la mala literatura que se edita, siempre y cuando diga lo que ellos quieren oír.

El tema que se debate aquí es muy sencillo: ¿Merece ser escuchado todo tipo de opinión, por impopular que sea? Plantead esta pregunta en estos términos y casi todos los ingleses sentirán que su deber es responder: «Sí». Pero dadle una forma concreta y preguntad: ¿Qué os parece si atacamos a Stalin? ¿Tenemos derecho a ser oídos? Y la respuesta más natural será: «No». En este caso, la pregunta representa un desafío a la opinión ortodoxa reinante y, en consecuencia, el principio de libertad de expresión entra en crisis. De todo ello resulta que, cuando en estos momentos se pide libertad de expresión, de hecho no se pide auténtica libertad. Estoy de acuerdo en que siempre habrá o deberá haber un cierto grado de censura mientras perduren las sociedades organizadas. Pero «libertad», como dice Rosa Luxemburg, es «libertad para los demás». Idéntico principio contienen las palabras de Voltaire: «Detesto lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo». Si la libertad intelectual ha sido sin duda alguna uno de los principios básicos de la civilización occidental, o no significa nada o significa que cada uno debe tener pleno derecho a decir y a imprimir lo que él cree que es la verdad, siempre que ello no impida que el resto de la comunidad tenga la posibilidad de expresarse por los mismos inequívocos caminos. Tanto la democracia capitalista como las versiones occidentales del socialismo han garantizado hasta hace poco aquellos principios. Nuestro gobierno hace grandes demostraciones de ello. La gente de la calle -en parte quizá porque no está suficientemente imbuida de estas ideas hasta el punto de hacerse intolerante en su defensa- sigue pensando vagamente en aquello de: «Supongo que cada cual tiene derecho a exponer su propia opinión». Por ello incumbe principalmente a la intelectualidad científica y literaria el papel de guardián de esa libertad que está empezando a ser menospreciada en la teoría y en la práctica.

Uno de los fenómenos más peculiares de nuestro tiempo es el que ofrece el liberal renegado.

Los marxistas claman a los cuatro vientos que la «libertad burguesa» es una ilusión, mientras una creencia muy extendida actualmente argumenta diciendo que la única manera de defender la libertad es por medio de métodos totalitarios. Si uno ama la democracia, prosigue esta argumentación, hay que aplastar a los enemigos sin que importen los medios utilizados. ¿Y quiénes son estos enemigos? Parece que no sólo son quienes la atacan abierta y concienzudamente, sino también aquellos que «objetivamente» la perjudican propalando doctrinas erróneas. En otras palabras: defendiendo la democracia acarrean la destrucción de todo pensamiento independiente. Éste fue el caso de los que pretendieron justificar las purgas rusas. Hasta el más ardiente rusófilo tuvo dificultades para creer que todas las víctimas fueran culpables de los cargos que se les imputaban. Pero el hecho de haber sostenido opiniones heterodoxas representaba un perjuicio para el régimen y, por consiguiente, la masacre fue un hecho tan normal como las falsas acusaciones de que fueron víctimas. Estos mismos argumentos se esgrimieron para justificar las falsedades lanzadas por la prensa de izquierdas acerca de los trotskistas y otros grupos republicanos durante la Guerra Civil española. Y la misma historia se repitió para criticar abiertamente el hábeas corpus concedido a Mosley cuando fue puesto en libertad en 1943.

Todos los que sostienen esta postura no se dan cuenta de que, al apoyar los métodos totalitarios, llegará un momento en que estos métodos serán usados «contra» ellos y río «por» ellos. Haced una costumbre del encarcelamiento de fascistas sin juicio previo y tal vez este proceso no se limite sólo a los fascistas. Poco después de que al Daily Worker le fuera levantada la suspensión, hablé en un College del sur de Londres. El auditorio estaba formado por trabajadores y profesionales de la baja clase media, poco más o menos el mismo tipo de público que frecuentaba las reuniones del Left Book Club. Mi conferencia trataba de la libertad de prensa y, al término de la misma y ante mi asombro, se levantaron varios espectadores para preguntarme «si en mi opinión había sido un error levantar la prohibición que impedía la publicación del Daily Worker». Hube de preguntarles el porqué y todos dijeron que «era un periódico de dudosa lealtad y por tanto no debía tolerarse su publicación en tiempo de guerra». El caso es que me encontré defendiendo al periódico que más de una vez se había salido de sus casillas para atacarme. ¿Dónde habían aprendido aquellas gentes puntos de vista tan totalitarios? Con toda seguridad debieron aprenderlos de los mismos comunistas.

La tolerancia y la honradez intelectual están muy arraigadas en Inglaterra, pero no son indestructibles y si siguen manteniéndose es, en buena parte, con gran esfuerzo. El resultado de predicar doctrinas totalitarias es que lleva a los pueblos libres a confundir lo que es peligroso y lo que no lo es. El caso de Mosley es, a este efecto, muy ilustrativo. En 1940 era totalmente lógico internarlo, tanto si era culpable como si no lo era. Estábamos entonces luchando por nuestra propia existencia y no podíamos tolerar que un posible colaboracionista anduviera suelto. En cambio, mantenerlo encarcelado en 1943, sin que mediara proceso alguno, era un verdadero ultraje. La aquiescencia general al aceptar este hecho fue un mal síntoma, aunque es cierto que la agitación contra la liberación de Mosley fue en gran parte ficticia y, en menor parte, manifestación de otros motivos de descontento. ¡Sin embargo, cuán evidente resulta, en el actual deslizamiento hacia los sistemas fascistas, la huella de los antifascismos de los últimos diez años y la falta de escrúpulos por ellos acuñada!

Es importante constatar que la corriente rusófila es sólo un síntoma del debilitamiento general de la tradición liberal. Si el Ministerio de Información hubiera vetado definitivamente la publicación de este libro, la mayoría de los intelectuales no hubiera visto nada inquietante en todo ello. La lealtad exenta de toda crítica hacia la URSS pasa a convertirse en ortodoxia, y, dondequiera que estén en juego los intereses soviéticos, están dispuestos no sólo a tolerar la censura sino a falsificar deliberadamente la Historia. Por citar sólo un caso. A la muerte de John Reed, el autor de Diez días que conmovieron al mundo -un relato de primera mano de las jornadas claves de la Revolución rusa-, los derechos del libro pasaron a poder del Partido Comunista británico, a quien el autor, según creo, los había legado. Algunos años más tarde, los comunistas ingleses destruyeron en gran parte la edición original, lanzando después una versión amañada en la que omitieron las menciones a Trotsky así como la introducción escrita por el propio Lenin. Si hubiera existido una auténtica intelectualidad liberal en Gran Bretaña, este acto de piratería hubiera sido expuesto y denunciado en todos los periódicos del país. La realidad es que las protestas fueron escasas o nulas. A muchos, aquello les pareció la cosa más natural. Esta tolerancia que llega a lo indecoroso es más significativa aún que la corriente de admiración hacia Rusia que se ha impuesto en estos días. Pero probablemente esta moda no durará. Preveo que, cuando este libro se publique, mi visión del régimen soviético será la más comúnmente aceptada. ¿Qué puede esto significar? Cambiar una ortodoxia por otra no supone necesariamente un progreso, porque el verdadero enemigo está en la creación de una mentalidad «gramofónica» repetitiva, tanto si se está como si no de acuerdo con el disco que suena en aquel momento.

Conozco todos los argumentos que se esgrimen contra la libertad de expresión y de pensamiento, argumentos que sostienen que no «debe» o que no «puede» existir. Yo, sencillamente, respondo a todos ellos diciéndoles que no me convencen y que nuestra civilización está basada en la coexistencia de criterios opuestos desde hace más de 400 años. Durante una década he creído que el régimen existente en Rusia era una cosa perversa y he reivindicado mi derecho a decirlo, a pesar de que seamos aliados de los rusos en una guerra que deseo ver ganada. Si yo tuviera que escoger un texto para justificarme a mí mismo elegiría una frase de Milton que dice así: «Por las conocidas normas de la vieja libertad».

La palabra vieja subraya el hecho de que la libertad intelectual es una tradición profundamente arraigada sin la cual nuestra cultura occidental dudosamente podría existir. Muchos intelectuales han dado la espalda a esta tradición, aceptando el principio de que una obra deberá ser publicada o prohibida, loada o condenada, no por sus méritos sino según su oportunidad ideológica o política. Y otros, que no comparten este punto de vista, lo aceptan, sin embargo, por cobardía. Un buen ejemplo de esto lo constituye el fracaso de muchos pacifistas incapaces de elevar sus voces contra el militarismo ruso. De acuerdo con estos pacifistas, toda violencia debe ser condenada, y ellos mismos no han vacilado en pedir una paz negociada en los más duros momentos de la guerra. Pero, ¿cuándo han declarado que la guerra también es censurable aunque la haga el Ejército Rojo? Aparentemente, los rusos tienen todo su derecho a defenderse, mientras nosotros, si lo hacemos, caemos en pecado mortal. Esta contradicción sólo puede explicarse por la cobardía de una gran parte de los intelectuales ingleses cuyo patriotismo, al parecer, está más orientado hacia la URSS que hacia la Gran Bretaña.

Conozco muy bien las razones por las que los intelectuales de nuestro país demuestran su pusilanimidad y su deshonestidad; conozco por experiencia los argumentos con los que pretenden justificarse a sí mismos. Pero, por eso mismo, sería mejor que cesaran en sus desatinos intentando defender la libertad contra el fascismo. Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír. La gente sigue vagamente adscrita a esta doctrina y actúa según ella le dicta. En la actualidad, en nuestro país —y no ha sido así en otros, como en la republicana Francia o en los Estados Unidos de hoy— los liberales le tienen miedo a la libertad y los intelectuales no vacilan en mancillar la inteligencia: es para llamar la atención sobre estos hechos por lo que he escrito este prólogo.

Con ciudadanos en Red nace el quinto poder

Texto publicado por Clarín el domingo 9 de mayo de 2010.
Autor: Ricardo Lagos - ex presidente de Chile.
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Comunicación es poder, dijeron muchos y hoy en ese eje de análisis nos encontramos con una publicación reciente del sociólogo Manuel Castells. Allí se adentra en el tema de Internet y los territorios de la política y el poder. Sostiene que el poder transformador de las redes que son la base de Internet pone en jaque los paradigmas sobre los cuales la humanidad se ha desenvuelto desde la Revolución Industrial. Estamos frente a un cambio de época que Castells ha definido como el surgimiento de la sociedad informacional. Una sociedad cuya estructura obedece a una tipología de red, donde lo nuevo está en el procesamiento de la información y donde la generación de conocimiento es el principal motor de la producción.

En la estructura previa la clave ha estado en un ente que emite y una ciudadanía receptora, pasiva. El papel escrito, la radio por la vía oral o la televisión mucho más poderosa por las imágenes, han ejercido así su poder, frente a un ciudadano receptor impedido de interactuar con aquel que envía la comunicación, salvo por las tradicionales "cartas al director".

Ahora en cambio, ocurre que el conocimiento mismo se puede hacer colectivamente. Ahí esta el ejemplo de Wikipedia, una enciclopedia en múltiples lenguas construida colectivamente por voluntarios y que en una década pasó a ocupar el lugar detentado por más de 200 años por la Enciclopedia Británica. Cuando hace poco se hizo un análisis de errores se descubrió que la cota de Wikipedia era la misma de la detectada en aquella clásica enciclopedia. Internet trajo un cambio esencial en esa acumulación de conocimiento. La envergadura del cambio hace que los mapas que teníamos para ver nuestras sociedades se encuentren obsoletos y hay nueva cartografía a la par que se van descubriendo nuevos territorios.

¿Cómo se va a relacionar en el futuro la ciudadanía con los representantes que elige? ¿Cómo llegaremos a hacer un gobierno más directo y donde los partidos políticos tengan un rol diferente del de hoy? Imaginar una sociedad donde el gobernante pueda consultar sus decisiones con los gobernados a través de Internet es algo que en un tiempo breve podrá ser realidad en la mayoría de nuestros países. Pero más importante, podrán los ciudadanos directamente entrar a definir cuáles serán los temas de la agenda política que a ellos les interesan.

Algunas cifras ayudan a contextualizar lo que decimos. En América Latina existen casi 180 millones de usuarios de Internet y hay 58 millones en cuentas de Facebook, la red social más extendida. Se puede afirmar que más del 10% de la población de América Latina está en Facebook y cuando esas cuentas las vemos por país y por tramo etario surgen datos notables. El 62% de los usuarios mexicanos tienen entre 18 y 34 años; el 60% de los brasileños; el 59% en Chile y 58% en Argentina. Cuando pienso que el 59% de los chilenos entre 18 y 34 años está en Facebook, mucho más que el modesto 38% de personas inscriptas entre 18 y 29 años en los registros electorales, sólo puedo concluir que los registros electorales en el Chile de hoy están muy atrasados.

Son muchos más los que participan activamente en una red social en Internet que aquellos dispuestos a ejercer el derecho a sufragio. En cierto que allí suben diversos temas, pero muchas personas hacen política desde su experiencia ciudadana cotidiana, armando conversaciones, generando movilizaciones entre sus pares por las causas que pueden construir un mundo mejor.

¿Qué tipo de democracia se va a construir en esta plataforma? ¿Cuál es la relación entre la clase política y la ciudadanía? ¿Cuáles van a ser las competencias digitales que el nuevo ciudadano debe poseer y cuál debe ser el rol del Estado en la generación de las condiciones de nivelación para aquellos a los que el mercado no entrega una solución? Para ello en mi primer mensaje presidencial, hace diez años, coloqué un acento especial en el papel que Internet venía a jugar en las sociedades del siglo XXI y por ende la necesidad de tomar medidas para erradicar la brecha digital. Estamos ante un nuevo mundo que será lo que caracterizará al siglo XXI. Y la forma como perfeccionemos nuestros sistemas democráticos va a depender en gran medida de cómo seamos capaces de incorporar este concepto de redes.

Redes de ciudadanos que se organizan entre sí, que a lo mejor ahora van a configurar un verdadero quinto poder frente al cuarto poder de los medios tradicionales de información. Estoy convencido de que todas estas experiencias traerán más fortaleza a nuestras sociedades con un tejido social más denso, con mayores niveles de equidad y con una capacidad creativa multiplicada y puesta al servicio de las personas. Hemos visto el poder de las redes invitando a una concentración con motivo de los ataques en la estación Atocha en Madrid. También en Chile por el terremoto para saber de sus seres queridos y luego llamando a la solidaridad a través de distintas campañas de apoyo. En estos casos por cierto hay una autoridad, hay un gobierno que orienta, pero también hay una ciudadanía que se organiza por su propia cuenta.

Asumámoslo. Cada día surgen más comunidades virtuales y serán el camino del futuro. ¿Cómo nos aseguramos que, a partir de estas nuevas tecnologías, todos tengan acceso y suprimamos la brecha digital? La emergencia de este "quinto poder" no va por la vía de suponer la desaparición de los medios tradicionales de comunicación. Más bien los dinamiza y los obliga a reaccionar. Muchos ya están en línea, las columnas se comentan en los blogs y muchas informaciones quedan abiertas al comentario de los lectores. Estamos en los inicios de una nueva etapa donde se reconfigura el escenario entre comunicación, poder y política, y en la cual el ciudadano digital llegará a estar en el centro con sus derechos y deberes.

jueves, 6 de mayo de 2010

Frente a los gobiernos, los Derechos Humanos


Los aquí reunidos somos únicamente hombres privados que para hablar, para expresarse juntos, no poseen otro título que una cierta dificultad común para soportar lo que está pasando.
Sé muy bien, hay que aceptar las evidencias, que no podemos hacer gran cosa contra las razones que impulsan a hombres y a mujeres a abandonar su país en vez de permanecer en él. Estos hechos están fuera de nuestro alcance.
¿Quién nos ha reunido entonces aquí? Nadie, y éste es precisamente un derecho que nos pertenece. Me parece que hay que recordar tres principios que, a mi juicio, guían esta iniciativa, así como otras muchas que la han precedido (La Ile de Lumiére, el Cap Anamour, el Avión para el Salvador y también Tierra de los Hombres y Amnistía Internacional):
1.Existe una ciudadanía internacional que tiene sus derechos, sus deberes, y que nos compromete a levantarnos contra todo abuso de poder, cualquiera que sea su autor y cualesquiera que sean sus víctimas. Después de todo, todos nosotros somos gobernados y por esta razón solidarios.
2.Los gobiernos, al ocuparse del bienestar de las sociedades, se arrogan el derecho a contabilizar en términos de ganancias y de pérdidas las desgracias de los hombres provocadas por sus decisiones o toleradas con sus negligencias. Un deber de esta ciudadanía internacional es el de hacer valer a los ojos y a los oídos de los gobiernos los sufrimientos de los hombres, de los que no es verdad que no sean responsables. El sufrimiento de los hombres nunca debe ser un mudo residuo de la política, sino que, por el contrario, constituye el fundamento de un derecho absoluto a levantarse y a dirigirse a aquellos que detentan el poder.
3.Es necesario oponerse a la división de tareas que con mucha frecuencia nos proponen: a los individuos les corresponde indignarse y hablar; a los gobiernos reflexionar y actuar .Es verdad que a los buenos gobiernos les gusta la santa indignación de los gobernados con tal de que se quedé en algo lírico. Es preciso darse cuenta de que con mucha frecuencia son justamente los gobernantes los que hablan, quienes únicamente pueden y quieren hablar. La experiencia muestra que se puede, y que se debe, rechazar el papel teatral de la pura y simple indignación que nos proponen. Amnistía Internacional, Tierra de los Hombres, Médicos del Mundo, son algunas de las iniciativas que han creado este nuevo derecho: el derecho de los sujetos privados a intervenir efectivamente en el orden de las políticas y de las estrategias internacionales. La voluntad de los individuos debe incardinarse en una realidad que los gobiernos han pretendido monopolizar. Ese monopolio es el que hay que socavar poco a poco y día a día. (Michel Foucault, La vida de los hombres infames, pp. 211-212)



La vida de los hombres infames, de Michel Foucault, es uno de los libros que puede consultar en la Sala de Lectura del Foro santafesino, en el horario de 9:00 a 11:30 hs.

III reunión sobre Comunicación

El encuentro será el próximo lunes 10 de mayo a las 19:30 hs. en la sede (Sala de reuniones). El tema a desarrollar será: Pauta oficial y autocensura.

Dejamos aquí una serie de vínculos a textos de diverso origen que puede resultar de interés para este tema. La selección no implica ningún juicio de valor por lo que esperamos sugerencias.

a) El texto completo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Disponible en: http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/155000-159999/158649/norma.htm

b) Proyecto de ley Cláusula de conciencia para el periodista, iniciativa de Norma Morandini, Silvana Giudici y otros. Actualmente en las comisiones de Legislación del Trabajo, Comunicaciones e Informática y Libertad de Expresión. Disponible en: http://www1.hcdn.gov.ar/proyxml/expediente.asp?fundamentos=si&numexp=4217-D-2009

c) Proyecto de Ley de Publicidad del Sector Público, propuesta para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, elaborado por la Fundación Creer y Crecer, que preside Mauricio Macri. Disponible en: http://www.creerycrecer.org.ar/recursos/575/Proyecto%20de%20Ley%20Publicidad%20del%20Sector%20P%C3%BAblico.doc

d) Informes de la ADC.
“Publicidad oficial: dificultades de acceso a la información en cinco provincias y la Ciudad de Buenos Aires”. Disponible en: http://www.censuraindirecta.org.ar/sw_contenido.php?id=544
“El precio del silencio”. “Abusos de publicidad oficial y otras formas de censura indirecta en siete países de América Latina”. Disponible en: http://www.censuraindirecta.org.ar/sw_contenido.php?id=211
“Informe sobre pautas para la regulación de la distribución de la publicidad oficial”. Disponible en: http://www.censuraindirecta.org.ar/sw_contenido.php?id=139